Fiat Flujo (?)

Imagen cedida por Alexandre Vianna 🇧🇷

¿Qué pasaría si lo que llamamos azar fuera apenas la forma más creíble de aquello que no entendemos? Hay destellos que irrumpen desde una fisura en el tiempo, un breve olvido del orden, cuando la realidad se pliega sobre sí misma y algo emerge, casi imperceptible, cargado de una densidad antigua. A veces, confundimos esas irrupciones con errores, con irrelevancias, como si la vida sólo pudiera caber en las formas previsibles que hemos aprendido a nombrar. Sin embargo, es en esos espacios —en esos sutiles desajustes, en esos juegos impropios con el sentido— donde se esconden las fuerzas más subversivas de la creación. Y tal vez sea necesario reaprender a ver, a moverse en el flujo, a escuchar lo que nunca pidió ser dicho, para así reconocer aquello que, por ser tan libre, casi pasa desapercibido.

Imagen cedida por Margot Barcelos 🇧🇷

Todo lo que escapa lleva consigo un rumor de inicio. No requiere ojos atentos: requiere ojos disponibles. Cuando la materia desfallece y el tiempo se disuelve en silencio, algo sucede, sin prisa. No es necesario nombrarlo. No es necesario comprenderlo. Algunas cosas sólo se vuelven visibles cuando dejamos de perseguirlas. Tal vez la realidad, en sus momentos más exactos, prefiera lo que se deshace a lo que se fija, lo que se insinúa a lo que se impone.

Imagen cedida por Spo Insta 🇧🇷

Hay presencias que se niegan a ser contenidas. Existen en estado de casi —de casi ser, de casi decir—. A veces, todo lo que se puede hacer frente a ellas es simplemente permanecer. Fue ese impulso —o esa negativa a fijar— lo que movió a artistas como los del Movimiento Fluxus en los años 60. No les interesaba la obra acabada, sino el movimiento que se deslizaba entre las manos, el instante en que el sentido se deshacía antes incluso de afirmarse. Pequeñas interrupciones casi imperceptibles: un rasgón en el orden habitual de las cosas, una instrucción inútil dejada en medio de la calle, un objeto olvidado donde no debería estar. No se trataba de construir algo nuevo, sino de debilitar lo que parecía definitivo. Apenas la fisura mínima por donde otra realidad comenzaba a respirar. Un vaso vacío olvidado sobre la mesa. Una hoja llevada por el viento.

Imagen cedida por Maria Tudela 🇪🇸

Hay una belleza particular en las cosas que se niegan a ser enteras. En lo que vacila. En lo que se fragmenta antes de afirmarse. Quizá porque la vida también se compone así: no de certezas, sino de aproximaciones. No de verdades fijas, sino de desvíos que bordean lo que no se deja tocar. Hay quienes insisten en capturar, en nombrar, en fijar. Pero también hay quienes prefieren lo contrario: dejar escapar. No definir, sino abrir espacio para lo que aún no es. Y quizás sea ahí —en ese casi nada que insiste— donde verdaderamente algo acontece.

Imagem cedida por Prashant Godbole 🇮🇳

Escrito por Angela Rosana,  conoce más sobre mí aqui.  

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Todas las imágenes fueron gentilmente cedidas.

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