La tarde tiene su propia quietud, diferente al silencio de otros momentos del día. Fotografiar al atardecer, que presagia simultáneamente el final del día y la suave llegada de la noche, es un ejercicio de equilibrio y sincronización. La luz es un recurso escaso y valioso y sombras comienzan a tomar forma, ofreciendo profundidad y perspectiva de todo lo que tocan.
En este interludio, que puede ser a la vez un puente hacia la noche y un destino en sí mismo (la celebración del día en su acto final), la fotografía captura el momento en el que el luz, aún presente, en lugar de imponerse, se desvanece sutilmente. El fotógrafo, así, actúa menos como un mero observador y más como un traductor, descifrando y registrando el lenguaje único de la velada.
La relación entre el fotógrafo y el entorno cuando se pone el sol está marcada por una serie de decisiones que van más allá de los aspectos técnicos. Hay una comunicación no verbal con la escena, una comprensión intrínseca de que las sombras y la los rayos de sol juegan un papel definitivo en la final imagen. La emoción que se registra en este crepúsculo puede variar mucho, mostrando la introspección que acompaña al final de otro ciclo de rotación de la Tierra.
En esta hora dorada, las imágenes capturadas se convierten en un espejo de reflexiones personales. Mirar hacia el horizonte lejano puede traer una sensación de pequeñez ante la inmensidad del mundo; La visión de una calle que se calma aparece como un indicio del constante cambio de la vida urbana. Es en este momento que podemos documentar a través de la lente el breve teatro de luz y color que sólo ocurre cuando el día da paso a la noche.
Mirar la fotografía durante la tarde como una forma de autoconocimiento Puede parecer una gran pretensión, pero hay verdad en este pensamiento. Detrás de la cámara, estamos solos con nuestros pensamientos, desafiados a encontrar la belleza en el cambio, a interpretar la luz y la sombra, a registrar algo que le hable al corazón antes de que desaparezca con la llegada de la noche.
La capacidad de ver el mundo a través del lente de una cámara, especialmente durante esta hora mágica, puede alterar verdaderamente la percepción que tenemos de nuestro entorno y de nosotros mismos. La fotografía retrata escenas, objetos, personas, pero en todo ello subyacen sentimientos y pensamientos, lo que permite una infinidad de interpretaciones y conexiones personales.
Fotografiar la puesta de sol es una oportunidad para ver más allá del velo de lo obvio. En estos momentos, el mundo parece contener la respiración ante nochellegar. Es un llamado para que encontremos nuevas formas de entender y apreciar la esencia de este mundo que, cada tarde, llega a su destino en un ciclo eterno de despedidas y bienvenidas.
Escrito por Ángela Rosana, aprende más sobre mí aquí.
En las imágenes aparecen créditos a fotógrafos y artistas, con enlaces a sus respectivos perfiles de Instagram.
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Publicado en Instagram en noviembre de 2023
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